Cuento El Pez Horacio

Personajes:

  • Tortuga Luga.
  • Pez Horacio.
  • Pájaro Fulgencio.
  • Sapo Pepe.

Fulgencio el Mirlo, se encontraba canturriando cuando lenta muy lenta apreció la tortuga Luga.

Al llegar bajo la rama donde se encontraba el mirlo, Luga saludó y le dijo:

-Buen día don Fulgencio veo que amaneció muy contento

-Como no iba a estarlo, caramba, si la paso bien!.

– Y que hay de nuevo? -preguntó Luga.

-Pues que la familia que vive en la ciudad, ha venido a pasar el verano en la casa. Así que esta casa que vive todo el año cerrada y sola, ahora tiene a la señora cocinando delicias, al señor ayudando a cocinar y a Luisito que juega y corre por toda la casa. Hay panes para dar y convidar.

El Pez Horacio que escuchó toda la conversación dijo a través del agua:

-los panes que trae la familia son de alta calidad, deliciosos. Cuando Luis viene con su pelota de oro me tira unas migajas. A mí me encanta el pan!.- dijo dando un brinco.

La tortuga Luga se quedó un buen rato con sus dos amigos, hablando de la delicia del pan bajo la ventana de Luisito. El mirlo aseguró que las migajas de pan nunca faltan.

El pez Horacio celebró que se pudiera comer al antojo y volvió a insistir en todo lo que le gusta y lo que anhela comer otra vez el pan de la familia de la casa.

El pez Horacio se quedó toda la tarde esperando que sus amigos le trajeran unas migajas de pan que nunca llegaron.

-Cómo pueden ser tan egoístas? Solo piensan en ellos y no en sus buenos amigos. Yo que les he escuchado sus problemas con tanta paciencia cada vez que se acercan al estanque a contar sus problemas.

Al siguiente día la tortuga Luga contaba y se pavoneaba por lo llena que estaba su barriga frente a los amigos, debido a todo el pan que comió y lo mismo hizo el mirlo.

-Hoy camino más lento que de costumbre por el pan que he comido durante el día.- dijo la tortuga

– Yo casi no puedo ni volar del peso en la mía, -dijo el mirlo riendo de contento- Luisito come pan en la ventana y me da de comer de su mano.

Todo esto lo escucha el pez, sin decir nada por un rato, y luego se atreve a preguntar cómo está el pan y sus amigos a coro y con risas dicen:

-ese pan está delicioso!!!-

Después el pez Horacio se retira al fondo del estanque donde nadie lo puede ver, detrás de una piedra maciza.

Los amigos no lo vuelven a ver por unos días hasta que el sapo le pregunta que le sucede.

El pez Horacio no puede aguantar su desilusión y le cuenta todo al sapo, “una mezcla de rabia porque nunca me tuvieron en cuenta y de tristeza porque estoy pensando que tal vez mi gran amigo Fulgencio, quien ha dicho lo mucho que me quiere, tal vez no es un verdadero amigo”.

El sapo que es más sabio que sapo, le dijo:

-Amigo Horacio. Tienes que pedirles a tus amigos que traigan pan para ti y contarles cómo te has sentido para que entiendan lo que quieres.

El pez Horacio tomó fuerza y salió de las profundidades la siguiente vez que se reunieron la tortuga y el Mirlo bajo la rama del árbol. Cuando lo vieron aparecer de las profundidades, lo saludaron de forma muy alegre.

El pez Horacio les dijo:

-He estado esperando que alguno de los dos me traiga un poco de pan. Pero ninguno lo ha hecho. Me he sentido triste y sin amigos- y luego les contó todo lo que había pensado.

-Amigo mío – replicó al momento el mirlo- si no es más pedirlo, mira voy volando y en un “pis-pas” vuelvo con un mendrugo.

Mientras tanto la tortuga Luga dijo:

-Querido Horacio, cuanto lamento que hayas pasado mal, yo encantada te traigo un pedazo, solo que tardaré un montón en ir y volver.

En esas, el mirlo pasó rozando el agua de un lado al otro del estanque haciendo un zigzag y dejó caer encima de Horacio un pedazo de pan.

Horacio vio caer la corteza de pan despacio entre el agua y alcanzó a saborear la textura crocante del pan.

Agradeció a sus amigos y dio un lindo vuelco en el agua.

La moraleja -dijo el sapo – es que hay que ser claro en lo que uno quiere y dice. Primero darse cuenta de que es lo que uno quiere para en un segundo momento, pedirlo con claridad a los demás y no sacar conclusiones apresuradas, porque es posible que no se haya comprendido el mensaje. Debemos poder comunicar y defender los propios derechos.

Horacio y Fulgencio sonrieron y el agua se meció y las alas se abrieron. El niño Luisito saldría pronto al estanque pues oyeron voces humanas.

Así siguieron la conversación un largo rato mientras llegaba la noche para que el sapo se pusiera a cantar.

Beatriz L. Botero

Abril – 2023

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